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Rush Revere y los peregrinos valientes
Aventuras a través del tiempo con estadounidenses excepcionales
Table of Contents
About The Book
¿Así que crees que la historia es aburrida? Un hombre llamado Rush Revere está por cambiar tu opinión, ¡más de lo que te imaginas! Prepárate para la clase de historia más emocionante de todos los tiempos con Rush Revere y los peregrinos valientes.
¡Conoce al gran amigo de Rush Limbaugh: Rush Revere!
Está bien, está bien, mi nombre en realidad es Rusty—pero mis amigos me llaman Rush—. Rush Revere. Porque siempre he sido el fan número uno del tipo colonial más cool de todos los tiempos, Paul Revere. ¡Qué estrella de rock! Tanto quiso proteger al joven Estados Unidos que cabalgó por aquellas calles adoquinadas y disparejas gritando: “¡Vienen los británicos!”. Arriba de un caballo. A todo pulmón. El viento soplando, una lluvia torrencial...
Bueno, te lo puedes imaginar. Pero, ¿qué tal si pudieses ver la imagen real, volviendo atrás en el tiempo y observando con tus propios ojos cómo se creó nuestro gran país? ¿Conociendo la gente que lo hizo posible —personas como tú y yo?
¡Agárrate de tu sombrero triangular puntiagudo porque lo puedes hacer —conmigo, Rush Revere, un aparentemente normal maestro sustituto de historia, como tu guía turístico a través del tiempo! “¿Cómo?” preguntas. Bueno, hay un portal. Y un caballo. Mi caballo que habla llamado Libertad. Y, pues, confía en mí, lograré que lleguemos allí.
Comenzaremos acompañando a una barcada de familias valientes viajando en el Mayflower en 1620. ¿Aburrido? No lo creo. El año 1620 fue bastante fenomenal, y experimentarás exactamente lo que ellos hicieron en esa difícil y peligrosa travesía por el océano. Juntos, les haremos a los peregrinos todas nuestras preguntas, descubriremos cómo viven y los acompañaremos durante el primer Día de Acción de Gracias, y mucho más.
¡Así que ensilla tu caballo y cabalguemos! Nuestra nación excepcional está esperando ser descubierta de nuevo por excepcionales patriotas jóvenes, ¡como tú!
¡Conoce al gran amigo de Rush Limbaugh: Rush Revere!
Está bien, está bien, mi nombre en realidad es Rusty—pero mis amigos me llaman Rush—. Rush Revere. Porque siempre he sido el fan número uno del tipo colonial más cool de todos los tiempos, Paul Revere. ¡Qué estrella de rock! Tanto quiso proteger al joven Estados Unidos que cabalgó por aquellas calles adoquinadas y disparejas gritando: “¡Vienen los británicos!”. Arriba de un caballo. A todo pulmón. El viento soplando, una lluvia torrencial...
Bueno, te lo puedes imaginar. Pero, ¿qué tal si pudieses ver la imagen real, volviendo atrás en el tiempo y observando con tus propios ojos cómo se creó nuestro gran país? ¿Conociendo la gente que lo hizo posible —personas como tú y yo?
¡Agárrate de tu sombrero triangular puntiagudo porque lo puedes hacer —conmigo, Rush Revere, un aparentemente normal maestro sustituto de historia, como tu guía turístico a través del tiempo! “¿Cómo?” preguntas. Bueno, hay un portal. Y un caballo. Mi caballo que habla llamado Libertad. Y, pues, confía en mí, lograré que lleguemos allí.
Comenzaremos acompañando a una barcada de familias valientes viajando en el Mayflower en 1620. ¿Aburrido? No lo creo. El año 1620 fue bastante fenomenal, y experimentarás exactamente lo que ellos hicieron en esa difícil y peligrosa travesía por el océano. Juntos, les haremos a los peregrinos todas nuestras preguntas, descubriremos cómo viven y los acompañaremos durante el primer Día de Acción de Gracias, y mucho más.
¡Así que ensilla tu caballo y cabalguemos! Nuestra nación excepcional está esperando ser descubierta de nuevo por excepcionales patriotas jóvenes, ¡como tú!
Excerpt
Rush Revere y los peregrinos valientes Prólogo
El mar era amplio, frío y tempestuoso. El gran barco de madera se mecía fuertemente contra las olas onduladas. Había estado en el Mayflower por treinta minutos pero mi cabeza ya se inclinaba sobre la barandilla del costado por si tenía que “darle de comer a los peces”. El agua salpicaba el costado del casco y luego llovía sobre la cubierta.
“¡Tú, ahí!”, gritó una voz cercana.
Me di vuelta y vi a un marinero mirándome fijamente y señalando en mi dirección. Tenía un par de pulgadas más que yo de altura. Sus hombros eran anchos y su barba negra y desaseada con una estrecha cicatriz sobre su mejilla.
“Sí, te estoy hablando. ¡Trae tus piernas de marinero de agua dulce para acá y debajo de la cubierta!”.
¿Acaso este marinero no podía ver que me era imposible moverme, y menos caminar por el barco cuando la cubierta se sentía como un lavarropas con el centrifugado extra alto? No, claro que no. Por empezar, los lavarropas no existían en 1620. Giré nuevamente hacia el mar mientras otra ola de nausea se apoderaba de mí.
Quizá mi decisión de teletransportarme a bordo del Mayflower para viajar con los peregrinos no había sido tan buena idea después de todo. De hecho, quizá ahora sería buen momento para saltar en el tiempo y volver al Estados Unidos de hoy y comprar unas pastillas contra el mareo.
Sí, eso mismo. Podría comprar las pastillas, estabilizar mi mareo y luego regresar al barco antes de llegar al Nuevo Mundo.
De pronto, alguien me tomó del brazo y me dio vuelta. ¡Casi salté al agua cuando el marinero grandote me gritó en la cara!
“¡Todos ustedes me dan asco!”, dijo. “Deberíamos tirarlos a ustedes santos por la borda. ¡¿Cómo te llamas?!”.
¿Santos? Este no era mi primer encuentro con alguien del pasado. Aunque me sentía extremadamente mareado, me toqué el sombrero y me presenté mientras intentaba no caerme. “No soy santo ni separatista. Soy Rush Revere,” dije. “Soy maestro de Historia del siglo XXI. He venido a . . .”.
“¡El siglo XXI! ¡Caramba! ¡Estás loco! ¡Todos ustedes lo están! ¿Crees que me importa si llegan a Nueva Inglaterra?”. El marinero se rio mientras acercaba su cara a la mía y agregó, “No me importa. De hecho, preferiría echarlos como comida para los tiburones y terminar con ustedes”.
Tenía un aliento fétido, como de pescado podrido. Hice una arcada y de pronto vomité mientras el barco se sacudía a un lado y me lanzó de cara sobre el marinero desprevenido. Caímos sobre la cubierta y yo rodé hacia la barandilla. Me senté, y noté que me sentía mucho mejor. Desafortunadamente, no podía decir lo mismo de Hediondo Aliento a Pescado. Estaba cubierto de pies a cabeza en mi almuerzo regurgitado.
“¡Argh! ¡Me vomitaste encima! ¡Pedazo de mala muerte! ¡Te tiraré por la borda!”. Se levantó de un disparo y me atacó como un toro apuntando hacia un matador.
Mi caballo Libertad estaba a bordo del Mayflower, en alguna parte. “¡Libertad!”, grité, mientras me tambaleaba hacia atrás. “Me vendría bien un poco de ayuda por aquí!”.
* * *
Ahora bien, sé lo que estás pensando. ¿Qué hace un caballo en la cubierta del Mayflower en medio de un mar tempestuoso? Buena pregunta. La verdad es que mi Libertad no es un caballo cualquiera.
El barco se mecía de un lado a otro mientras el oleaje subía por la proa y se estrellaba contra la cubierta como si una gran catarata se hubiese prendido y apagado. El marinero estaba a unos pocos metros y acercándose rápidamente. Eché un vistazo por el largo del Mayflower buscando por doquier. Otra avalancha de agua casi me arrastra. Al mirar hacia abajo, vi un gran pez dando saltos en el piso. El barco se meció otra vez y el pez se deslizó justo entre las piernas del marinero.
No es una mala idea, pensé. Justo antes de que el marinero me agarrara, me tiré de cabeza por entre sus piernas. Por un segundo pensé que había pasado y estaba fuera de su alcance. La mano fornida del marinero me tomó de la pierna, luego mi abrigo y me levantó por el cuello.
“¡Espero que sepas nadar!”, gritó Aliento a Pescado.
Por encima de su hombro, finalmente encontré lo que había estado buscando.
“¡Y espero que tú puedas volar!”, le respondió Libertad.
Ah, sí, Libertad puede hablar. Te dije que no era un caballo cualquiera. Antes de que el hombre se pudiera dar vuelta para ver quién había hablado, Libertad pateó con sus patas traseras y mandó al marinero a navegar por el aire hasta caer dentro de una telaraña de redes.
“¡Puntería perfecta!”, dijo Libertad.
“Llegaste justo a tiempo”, le dije, mientras comenzaba a sentirme mareado otra vez.
“¡Yo no fui al que se le ocurrió saltar sobre el Mayflower en medio de una tormenta!”, dijo Libertad, hablando velozmente. “Sí, puedo saltar a diferentes momentos de la historia estadounidense, pero no soy un meteorólogo. Y a los caballos no les gustan los barcos. Hay demasiada agua a nuestro alrededor y el constante mecimiento de acá para allá, de acá para allá —me está dando hambre”. Libertad torció su cuello de un lado a otro, como si estuviera buscando la cebadera más cercana. “¿Sabes dónde podemos conseguir comida por acá?”.
Me subí a la montura de Libertad y dije: “Por favor, no hablemos de comida. Ahora lo que necesito es que abras el portal del tiempo”.
“¿Volvemos al futuro?”. Libertad sonrió.
“¡Sí! Volvamos al Estados Unidos contemporáneo, por favor. ¡Solo trata de no saltar dentro de un tornado!”.
Libertad empezó a galopar y gritó: “¡Correr, correr, corriendo de la historia!”.
Un remolino dorado y púrpura apareció en la cubierta del Mayflower. Mientras se agrandaba, Libertad se dirigió a toda velocidad hacia el centro y lo cruzó de un salto.
Estábamos nuevamente en los Estados Unidos de hoy en día.
El mar era amplio, frío y tempestuoso. El gran barco de madera se mecía fuertemente contra las olas onduladas. Había estado en el Mayflower por treinta minutos pero mi cabeza ya se inclinaba sobre la barandilla del costado por si tenía que “darle de comer a los peces”. El agua salpicaba el costado del casco y luego llovía sobre la cubierta.
“¡Tú, ahí!”, gritó una voz cercana.
Me di vuelta y vi a un marinero mirándome fijamente y señalando en mi dirección. Tenía un par de pulgadas más que yo de altura. Sus hombros eran anchos y su barba negra y desaseada con una estrecha cicatriz sobre su mejilla.
“Sí, te estoy hablando. ¡Trae tus piernas de marinero de agua dulce para acá y debajo de la cubierta!”.
¿Acaso este marinero no podía ver que me era imposible moverme, y menos caminar por el barco cuando la cubierta se sentía como un lavarropas con el centrifugado extra alto? No, claro que no. Por empezar, los lavarropas no existían en 1620. Giré nuevamente hacia el mar mientras otra ola de nausea se apoderaba de mí.
Quizá mi decisión de teletransportarme a bordo del Mayflower para viajar con los peregrinos no había sido tan buena idea después de todo. De hecho, quizá ahora sería buen momento para saltar en el tiempo y volver al Estados Unidos de hoy y comprar unas pastillas contra el mareo.
Sí, eso mismo. Podría comprar las pastillas, estabilizar mi mareo y luego regresar al barco antes de llegar al Nuevo Mundo.
De pronto, alguien me tomó del brazo y me dio vuelta. ¡Casi salté al agua cuando el marinero grandote me gritó en la cara!
“¡Todos ustedes me dan asco!”, dijo. “Deberíamos tirarlos a ustedes santos por la borda. ¡¿Cómo te llamas?!”.
¿Santos? Este no era mi primer encuentro con alguien del pasado. Aunque me sentía extremadamente mareado, me toqué el sombrero y me presenté mientras intentaba no caerme. “No soy santo ni separatista. Soy Rush Revere,” dije. “Soy maestro de Historia del siglo XXI. He venido a . . .”.
“¡El siglo XXI! ¡Caramba! ¡Estás loco! ¡Todos ustedes lo están! ¿Crees que me importa si llegan a Nueva Inglaterra?”. El marinero se rio mientras acercaba su cara a la mía y agregó, “No me importa. De hecho, preferiría echarlos como comida para los tiburones y terminar con ustedes”.
Tenía un aliento fétido, como de pescado podrido. Hice una arcada y de pronto vomité mientras el barco se sacudía a un lado y me lanzó de cara sobre el marinero desprevenido. Caímos sobre la cubierta y yo rodé hacia la barandilla. Me senté, y noté que me sentía mucho mejor. Desafortunadamente, no podía decir lo mismo de Hediondo Aliento a Pescado. Estaba cubierto de pies a cabeza en mi almuerzo regurgitado.
“¡Argh! ¡Me vomitaste encima! ¡Pedazo de mala muerte! ¡Te tiraré por la borda!”. Se levantó de un disparo y me atacó como un toro apuntando hacia un matador.
Mi caballo Libertad estaba a bordo del Mayflower, en alguna parte. “¡Libertad!”, grité, mientras me tambaleaba hacia atrás. “Me vendría bien un poco de ayuda por aquí!”.
* * *
Ahora bien, sé lo que estás pensando. ¿Qué hace un caballo en la cubierta del Mayflower en medio de un mar tempestuoso? Buena pregunta. La verdad es que mi Libertad no es un caballo cualquiera.
El barco se mecía de un lado a otro mientras el oleaje subía por la proa y se estrellaba contra la cubierta como si una gran catarata se hubiese prendido y apagado. El marinero estaba a unos pocos metros y acercándose rápidamente. Eché un vistazo por el largo del Mayflower buscando por doquier. Otra avalancha de agua casi me arrastra. Al mirar hacia abajo, vi un gran pez dando saltos en el piso. El barco se meció otra vez y el pez se deslizó justo entre las piernas del marinero.
No es una mala idea, pensé. Justo antes de que el marinero me agarrara, me tiré de cabeza por entre sus piernas. Por un segundo pensé que había pasado y estaba fuera de su alcance. La mano fornida del marinero me tomó de la pierna, luego mi abrigo y me levantó por el cuello.
“¡Espero que sepas nadar!”, gritó Aliento a Pescado.
Por encima de su hombro, finalmente encontré lo que había estado buscando.
“¡Y espero que tú puedas volar!”, le respondió Libertad.
Ah, sí, Libertad puede hablar. Te dije que no era un caballo cualquiera. Antes de que el hombre se pudiera dar vuelta para ver quién había hablado, Libertad pateó con sus patas traseras y mandó al marinero a navegar por el aire hasta caer dentro de una telaraña de redes.
“¡Puntería perfecta!”, dijo Libertad.
“Llegaste justo a tiempo”, le dije, mientras comenzaba a sentirme mareado otra vez.
“¡Yo no fui al que se le ocurrió saltar sobre el Mayflower en medio de una tormenta!”, dijo Libertad, hablando velozmente. “Sí, puedo saltar a diferentes momentos de la historia estadounidense, pero no soy un meteorólogo. Y a los caballos no les gustan los barcos. Hay demasiada agua a nuestro alrededor y el constante mecimiento de acá para allá, de acá para allá —me está dando hambre”. Libertad torció su cuello de un lado a otro, como si estuviera buscando la cebadera más cercana. “¿Sabes dónde podemos conseguir comida por acá?”.
Me subí a la montura de Libertad y dije: “Por favor, no hablemos de comida. Ahora lo que necesito es que abras el portal del tiempo”.
“¿Volvemos al futuro?”. Libertad sonrió.
“¡Sí! Volvamos al Estados Unidos contemporáneo, por favor. ¡Solo trata de no saltar dentro de un tornado!”.
Libertad empezó a galopar y gritó: “¡Correr, correr, corriendo de la historia!”.
Un remolino dorado y púrpura apareció en la cubierta del Mayflower. Mientras se agrandaba, Libertad se dirigió a toda velocidad hacia el centro y lo cruzó de un salto.
Estábamos nuevamente en los Estados Unidos de hoy en día.
Product Details
- Publisher: Threshold Editions (June 9, 2015)
- Length: 224 pages
- ISBN13: 9781501103315
- Ages: 8 - 12
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