Uno



Mi travesía personal con mis antepasados

Ninguno de los resultados de mi investigación sobre los últimos siglos de historia y tradición familiar explica fácilmente mi afinidad por los antepasados. Habiendo nacido en los suburbios de Ohio, en el seno de una familia juiciosa y cariñosa de clase media, no fui criado con una fuerte conciencia de mis antepasados ni con ningún tipo de estructura para relacionarme con los muertos. A diferencia de algunos psíquicos o médiums naturalmente dotados, de joven no hablé con los muertos ni vi espíritus, ni experimenté un trauma profundo que me abriera a otras realidades. Tampoco me ha caído un rayo, ni he tenido una experiencia cercana a la muerte, ni he padecido una enfermedad que pusiera en peligro mi vida. Lo que sí sé es que las largas horas de juego en los bosques y arroyos cercanos cuando era niño, me ayudaron a sentirme en el mundo natural como en casa, y que la lectura de novelas de fantasía cuando era joven sentó una base desde la cual explorar los rituales y otras formas de ver el mundo.

Mi primer contacto consciente con lo invisible se produjo cuando siendo adolescente puse en práctica las instrucciones rituales básicas de un libro de introducción al chamanismo. A través de estos primeros experimentos, entré en contacto con seres no físicos o espíritus que experimenté como muy reales. Recuerdo que me sentí como si hubiera tropezado con una puerta a otra dimensión, y la respuesta que recibí de estos espíritus me hizo buscar una forma de dar sentido a mis experiencias. Por suerte, a los dieciocho años, llamé por un anuncio de un taller público y ahí empecé a aprender de mis primeros maestros formales de chamanismo y espiritualidad respetuosa con la tierra, Bekki y Crow, de la Iglesia de la Sanación de la Tierra1. Sus enseñanzas, combinadas con mi inmersión en la cultura pagana contemporánea y el estudio académico de las religiones del mundo, proporcionaron un contexto crítico y sentaron las bases para mis primeras experiencias con el trabajo ritual y espiritual.

Recuerdo un día clave de entrenamiento en 1999 que me puso en contacto directo con los antepasados de la familia. En ese momento, ya había practicado el trabajo de viaje chamánico, la magia ritual y otros tipos de trabajo de trance durante unos cuatro años. Durante la formación, fui guiado por Bekki para conectar con un guía ancestral de mi familia, e hice contacto con un antepasado europeo espiritualmente vibrante, pero históricamente distante del linaje de mi abuelo paterno. Más tarde, me invitaron a preguntarle a ese solidario antepasado si había alguno entre los recién fallecidos que necesitara sanar. De inmediato supe que me encontraría con mi abuelo, quien murió de una herida de bala autoinfligida cuando yo tenía siete años. Su muerte afectó a toda la familia, en especial a mi abuela, que estaba en casa cuando se quitó la vida, y a sus hijos, incluido mi padre, que estaba de guardia en el cuerpo de bomberos local en ese momento. Cuando era niño, me protegieron mucho de este impacto. Antes de este evento, nunca había buscado el contacto con mi abuelo como antepasado, ni había considerado de forma real los posibles efectos de su muerte en la familia, pero quince años después de su fallecimiento, los guías ancestrales y yo contactamos con mi abuelo Foor en espíritu, y determinamos que seguía en un estado de relativa confusión. Apareció ante mí fragmentado; le faltaba parte de su cuerpo energético en el abdomen, donde se había disparado. Los guías ayudaron a reparar este daño y a comprender quiénes éramos y qué había pasado. A continuación, mi abuelo compartió un amable mensaje para mi abuela que más tarde le transmití mientras estábamos juntos ante la tumba de él. Ese día crucial de enmienda ritual terminó cuando los guías y yo ayudamos a mi abuelo a asumir su lugar entre nuestros antepasados amorosos de apoyo.

Aprender y enseñar el trabajo con los antepasados



He dirigido este entrenamiento más de cien veces para más de mil personas y he hablado con varios miles de personas a través de charlas, círculos mensuales y sesiones personales. Al sostener un espacio para que otros contacten con sus antepasados, he sido testigo de profundas transformaciones que benefician a los miembros vivos de la familia. Las tres lecciones clave que he aprendido son:

1. el trabajo consiste en relacionarse;

2. todos tenemos antepasados amorosos

3. relacionarse con nuestros antepasados es totalmente normal.

En primer lugar, llegar a conocerlos y amarlos requiere un reconocimiento profundo y sostenido de nuestra familia, nuestra cultura de origen y de nosotros mismos. Este proceso no se termina en un fin de semana, ni siquiera en meses; se lleva a cabo durante años. Los antepasados no son una “asignatura” que podamos dominar o completar; se trata de construir una relación con el espíritu colectivo de la familia, de manera que nos ayude a convertirnos en seres humanos sabios y amorosos. Nuestra relación con los antepasados no termina hasta que nos unimos a ellos después de nuestra muerte. Incluso, eso no es más que el comienzo de un nuevo ciclo. El trabajo con los antepasados es profundamente personal e inherentemente relacional.

En segundo lugar, todos tenemos antepasados que, en íntima relación con la Tierra, vivieron, amaron y veneraron. Conocerlos puede sanar y empoderar a personas de cualquier origen, incluidos los adoptados que no conocen a su familia biológica. Aunque no tengo familiares recientes que hayan practicado la veneración a los antepasados en sí, he llegado a comprender mi afinidad con la espiritualidad que honra a la Tierra en el contexto de mis raíces europeas. Lo que quiero decir es que no es necesario sentir algún tipo de llamada espiritual de los propios antepasados; está bien ir y simplemente tocarles la puerta. Todos somos únicos y fuimos bendecidos; nadie es más especial, más humano o más merecedor de respeto.

Por último, me he dado cuenta de que, al contrario de lo que se teme y de las ideas erróneas populares, trabajar con los antepasados puede hacernos menos extraños en lugar de más. En mi caso, aunque ayudar a otros a comunicarse con los muertos es parte de mi trabajo diario, soy un habitante del Medio Oeste de Estados Unidos, con los pies en la tierra, que ama y respeta a su familia, a su país (casi siempre) y a sus raíces culturales. Pago impuestos, leo las noticias y voto, a veces como comida rápida, me gusta ir al cine y me cuesta ir al gimnasio. También soy psicoterapeuta y doctor en Psicología, educado en el marco de la medicina occidental y con un profundo amor y respeto por las ciencias físicas. En ocasiones, la gente supone que relacionarse con los antepasados requiere dejar el trabajo, hacer peregrinaciones a Egipto o Perú, comer hongos alucinógenos o adoptar algún tipo de identidad nueva y extraña. Por el contrario, el trabajo con los antepasados ha funcionado en mi vida como un antídoto contra el esnobismo espiritual, ya que me ha ayudado a afianzarme en esta realidad y a valorar a mi familia y a mí mismo. He visto efectos similares en las vidas de otras personas que se lo toman en serio. No hay nada raro en tener una relación sana y continua con nuestros antepasados; de hecho, es una de las cosas más humanas que podemos hacer.